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lunes, 3 de abril de 2017

Siete desagradables errores de higiene personal que cometemos a diario

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Quizás no sabías que al tirar de la cadena los gérmenes fecales se desplazan casi dos metros. ¿Está el cepillo de dientes suficientemente lejos?

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En las sociedades contemporáneas aprendemos desde pequeños una serie de hábitos de higiene personal que cumplimos a rajatabla el resto de nuestra vida. Nos lavamos las manos antes de cocinar y después de ir al baño, nos cepillamos los dientes antes de acostarnos y tenemos como (buena) costumbre tirar de la cadena. Pero no siempre fue así.
La higiene personal sólo empezó a preocuparnos en la segunda mitad del siglo XIX y su promoción por parte de las autoridades fue toda una revolución. La humanidad –o más bien, Luis Pasteur, que estudió el origen de las enfermedades infecciosas– descubrió que las malas condiciones de higiene, que empezaron a ser preocupantes a medida que crecían las ciudades, eran culpables de gran parte de las enfermedades, que podían evitarse con el sencillo hábito de lavarse las manos.
Desde entonces, la higiene ha pasado de ser un capricho a ser una obsesión. Cada vez nuestro aseo es más insistente, pero como dice un refrán que parecemos haber olvidado: “no es más limpio el que mucho se lava sino el que poco se ensucia”. En ocasiones el exceso de limpieza puede ser contraproducente para la higiene en conjunto, otras veces, sencillamente, nos olvidamos de ciertas cuestiones: nos lavamos las manos diez veces al día pero nos importa poco lo que se esconde en nuestro oído o nuestro ombligo.
Estas son siete costumbres bastante extendidas que ponen en peligro nuestra salud a diario y que solemos pasar por alto.

1. Lavar la ropa en frío y tender en el interior

No hace tanto tiempo era costumbre generalizada hacer coladas distintas con la ropa blanca y de color para que, al lavar con agua caliente, no se mezclaran los colores. De un tiempo a esta parte, en cada vez más casas (por falta de tiempo o porque descuidamos más el cuidado del hogar), es habitual mezclar todo tipo de prendas: algo que solo puede hacerse sin miedo a arruinar nuestra ropa utilizando agua fría.
Cada vez menos gente utiliza programas de lavadora de más de 60 grados centígrados, la única temperatura a partir de la cual la ropa quede libre de gérmenes. En cada calzoncillo o cada braga hay, como poco, una décima de gramo de heces. Según explicó Charles Gerba, profesor de microbiología de la universidad de Arizona, a ABC News, “si pones una lavadora sólo de ropa interior se liberarán 100 millones de E.coli en el agua, y estas pueden trasmitirse a la próxima colada”. Da igual el detergente que utilicemos: este tipo de bacterias sólo se eliminan si se utiliza agua caliente y tendemos la ropa al sol, algo en lo que, de nuevo, solemos fallar.
Pero lo peor de lo peor, el error definitivo que puede acabar con toda nuestra ropa, es dejar la colada en la lavadora sin tender durante todo un día: la humedad hace que las bacterias se multipliquen, la ropa se pudra y su olor (tan característico de los pisos de estudiantes) se extienda toda la casa. El horror.

2. Acumular cacharros en la pila de la cocina

Todos sabemos que no es muy limpio dejar los platos sin lavar en la pila, pero es un descuido que solemos tolerar cuando nos puede la pereza. Lo que no sabemos es que la pila de la cocina puede llegar a acumular 500.000 bacterias por metro cuadrado y, si somos de acumular vajilla, convertiremos el fregadero en el lugar más sucio de nuestra casa, por encima del váter. Aunque la mayoría de la gente toma medidas para desinfectar sus inodoros, pocos tienen las mismas preocupaciones por su fregadero, en el que suelen acumularse todo tipo de bacterias como la E.Coli o la Salmonella.
Pila sucia. (Corbis)

3. Abusar del jabón

Los dermatólogos coinciden al señalar que no debemos abusar del uso del jabón sobre nuestra piel. En España, sobre todo en verano, hay muchas personas que se duchan, incluso, más de una vez al día, algo que puede acabar siendo dañino. El jabón es, por definición, un disolvente de la grasa y, si lo utilizamos con demasiada frecuencia, nuestra piel perderá el manto graso que la protege.
Mención aparte merece la utilización del jabón antibacteriano, que se popularizó enormemente tras la propagación mundial de la gripe aviar entre 2004 y 2006. Este tipo de jabones, muy habituales en forma de gel para manos, suelen incluir triclosán, un potente agente antibacteriano y fungicida sobre el que pesan serias dudas sanitarias desde que se demostrara su carácter de disruptor endocrino en animales. 

4. No bajar la tapa del inodoro cuando tiras de la cadena

Dejar abierta la tapa del váter es otro descuido habitual (y enormemente tolerado) en hogares y aseos públicos. Y el asunto es preocupante teniendo en cuenta que, cuando tiramos de la cadena, los gérmenes fecales se reparten por la estancia como si rociáramos un aerosol de heces por el baño. Y sí, las bacterías llegan hasta nuestros cepillos de dientes, tal como comprobaron los populares cazadores de mitos, Jamie Hyneman y Adam Savage, en uno de sus programas de televisión. 
Según explicó a The Atlantic Charles Gerba, uno de los mayores expertos del mundo en lo que a brechas higiénicas se refiere, si la tapa del inodoro está abierta cuando tiramos de la cadena los gérmenes fecales se desplazan casi dos metros a todas las direcciones, así que es mejor que coloquemos nuestros cepillos algo más lejos.

5. Confiar en los secadores de manos

Por suerte la popularización de los secadores de manos se ha limitado a gasolineras, restaurantes y bares de copas. Sus ventajas son claras: evitan la acumulación de toallitas de papel en las papeleras. Pero sus inconvenientes ganan por goleada: gastan electricidad, secan peor y, lo que es más importante, son menos higiénicas. Según un estudio de la Universidad de Westminter, las tradicionales toallas de papel son mucho más eficaces, ya que secan nuestras manos mucho más rápido y evitan la acumulación de bacterias: los secamanos de aire de alta velocidad incrementan su presencia en un 42% y los de aire caliente en un 254%. Además, el chorro de aire puede llevar las bacterias hasta a 2 metros del lugar donde se encuentra el aparato esparciéndolas por todo el cuarto de baño. Al margen de esto, son pocos los que secan sus manos eficazmente con estos aparatos. No nos engañemos: hasta el santo Job se aburriría secando sus manos en los dichosos aparatos, que abandonamos siempre con las manos húmedas hartos de su calamitosa ineficiencia.
Secador de manos. (Daniel Lobo)

6. “Rescatar” la comida que se cae al suelo

Cuando se nos cae algo de comida al suelo, a no ser que la vianda en cuestión sea muy pringosa, muchos tenemos la tentación de soplar un poco y llevárnoslo de nuevo a la boca. Parece que si rescatamos la comida del suelo a toda velocidad los gérmenes no harán mella pero, según un estudio de la Universidad Clemson, el 99% de las bacterias se trasmiten a la comida inmediatamente en cuanto esta toca el suelo. Patógenos como la salmonella tienen capacidad de sobrevivir en superficies secas hasta cuatro semanas y de transferirse a los alimentos con el contacto inmediato.

7. No tratar debidamente las lentillas

El uso prolongado de las lentes de contacto requiere unas pautas de limpieza que muchos descuidan. Si las lentillas no se desinfectan se puede llegar a sufrir una queratitis bacteriana, infección de la córnea que suele incrementarse en los meses de verano, cuando nos bañamos con las lentes puestas en piscinas tratadas con cloro y productos químicos.
Si se quiere evitar la formación de hongos y bacterias en la superficie de las lentillas estas deben limpiarse, aclararse y desinfectarse debidamente. Para ello debemos lavarnos las manos antes de manipularlas, usar líquido limpiador (nunca agua corriente) y renovar este en cada uso, un paso que muchos se saltan y que puede acabar haciendo que el estuche donde se guarden las lentillas se contamine. 

Fuente:http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2013-11-15/siete-desagradables-errores-de-higiene-personal-que-cometemos-a-diario_53408/

domingo, 2 de abril de 2017

Vacunas para viajar

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Esta es una guía básica que no debe reemplazar tu consulta a un médico antes de partir.
¿Cuándo proceder a la vacunación previa a un viaje?
Por regla general, las vacunas no tienen un efecto inmediato en el organismo sino que precisan un tiempo variable para que el sistema inmune del viajero desarrolle los niveles protectores adecuados.
Si a esto añadimos la exigencia de varias dosis en la primo vacunación de algunas vacunas, para que un viajero emprenda su viaje debidamente protegido es recomendable que se inicie la vacunación o, cuando menos, que reciba la información necesaria, como mínimo con 4-6 semanas de antelación a la fecha de partida.
En términos generales se podría afirmar que la vacunación es necesaria siempre que se visite algún país en el que la endemicidad de una enfermedad para la que se dispone de vacuna sea alta o muy alta.
Otra situación que debe hacernos pensar en vacunar a un viajero es el hecho de que en el país que se propone visitar exista alguna alerta sanitaria activa, para ello es suficiente con informarse en algún Centro de Vacunación Internacional dependiente del Ministerio de Sanidad y Consumo o en las sitios web de la Organización Mundial de la Salud (OMS) o Center for Diseases Control (CDC).
¿Frente a qué enfermedades nos debemos vacunar?
Las vacunas a recomendar al viajero dependen por un lado de las características del propio viajero y por otro lado, de las relativas al viaje.
Dentro de las primeras se deben considerar: edad, sexo, vacunaciones previas, enfermedades previas, estado de salud actual, alergias a las vacunas o a cualquiera de sus componentes, medicación que pueda interferir con la respuesta de la vacuna, embarazo, inmunodeficiencia, profesión.
Y en lo que respecta al viaje, siempre irá en función de la duración del mismo, del país de destino, del tipo de viaje y de la actitud prevista en el mismo, lógicamente no se recomendarán las mismas vacunas a un viajero denominado "de mochila", que a uno en viaje organizado con todos los itinerarios establecidos.
¿Cuáles son las vacunas obligatorias?
La única vacuna considerada obligatoria en determinados países y sujeta a reglamentación internacional es la vacuna de la fiebre amarilla.
Esta vacuna solamente puede ser administrada en los Centros de Vacunación Internacional autorizados por el Ministerio de Sanidad y Consumo y lleva consigo la expedición del Certificado Internacional de Vacunación.
¿Cuáles son las vacunas recomendables?
De forma general y para simplificar un poco las cosas dado que la vacunación en el viajero internacional debe ser siempre considerada de forma individual, consideraremos por un lado las vacunas normalmente recomendadas, que se recomendarán en prácticamente todos los destinos excepto: América del Norte, Australia, Nueva Zelanda, Japón y Europa Occidental (salvo excepciones u otras indicaciones).
Dentro de estas vacunas incluiremos la vacunación frente a la hepatitis A, hepatitis B, fiebres tifoideas, Triple Vírica y difteria-tétanos.
Por otro, las vacunas recomendadas dependientes del destino, que son más específicas de las zonas a visitar y entre las que están las vacunas frente a la meningitis meningocócica A+C o A-C-Y-W135, poliomielitis, encefalitis japonesa, encefalitis primavero-estival, fiebre amarilla, cólera y rabia
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Fuente:http://www.aseguratuviaje.com.ar/preguntas-frecuentes/vacunas-para-viajar.html
 

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